Como sabemos, abril es el Mes de Concientización acerca del Autismo. En la escuela donde estudian mis hijos, hay 2 salones contenidos para niños con autismo. La maestra Ana Liz Acevedo, del primero de éstos y quien dio clases a Mi Princesa, me pidió que, para el cierre del mes del Autismo, diera una pequeña charla, a modo de testimonio, de cómo había sido mi experiencia como madre de una niña autista. Le dije que ni pensarlo, pues, a pesar de que llevo 30 años cantando en la iglesia y participando de retiros en el ministerio de música al que pertenezco junto a mi esposo, pues soy tímida cuando se trata de hablar frente a las personas. Además, Mi Princesa es la que menor grado de autismo tiene en el grupo y pensaba yo, que ellos me podrían enseñar más a mí, que yo a ellos.
Comencé hablando de cómo
descubrimos que Mi Princesa tenía autismo atípico y de cómo hemos ido superando
las dificultades, mayormente académicas (en mi caso) que esto trae. También de cómo hemos trabajado en la casa y
en las tareas escolares y del hogar. Por
ejemplo: el desayuno y usar el microhondas. Mi chica se prepara sus “sandwishes”
y se los calienta solita. Mi madre
siempre me dice que ella es muy pequeña y que por su condición no la deje
hacerlo, y lo que le digo es que ella tiene que aprender a ser independiente,
que yo no le voy a durar toda la vida.
Les comenté sobre dificultades con el DE, que todos conocemos. Pero lo más importante, que no estamos solos y
que debemos ayudar a nuestro hijos a ser lo más independientes posible para que
puedan tener confianza en ellos mismos, teniendo la seguridad de que siempre
estaremos apoyándolos y para ayudarlos cuando nos necesiten.
Mientras hablaba una de
las madres me sorprendió contándome algo que hizo Mi Princesa. Me preguntó si ella sabía que tenía autismo y
yo le dije que sí. Luego me dijo,
emocionada y con lágrimas en sus ojos, que una vez Mi Princesa vio a su nena
solita y triste y le preguntó qué le pasaba y se quedó con ella hasta que su
mamá llegó. La mamá le dijo que su hija tenía
autismo y por eso a veces estaba solita.
Luego Mi Princesa le dijo a la mamá que no se preocupara porque ella
también tenía autismo y que iba a estar bien, que todo estaría bien. Y que desde ese día las niñas se esperan en
la escalera donde se conocieron. Yo me
emocioné y no pude contener mis lágrimas.
Esta soy yo, y la chica que se ve sentada, es mi hija mayor.
-Moraleja-
Cuando uno da lo que tiene, por pequeño que parezca, y se da uno mismo con amor, recibe
mucho más, recibe muchas bendiciones…
Dios les bendiga…
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Hermosa anécdota! Adelante!
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